viernes, 19 de diciembre de 2014

Mi actuación en Exodus: Gods and Kings. Capítulo. VIII: "Pedro es un buen nombre para un pastor".


-¿Cuál es tu nombre? Me preguntó Ridley Scott mirándome directamente a los ojos.

- ¡Pedro!, respondí.


- "¡¡¡Pedro is a good name for a shepherd!!!" (¡Pedro es un buen nombre para un pastor!), sentenció el director en alta voz,  rotundamente.

 De súbito un grupo de asistentes cayó sobre mí, para prepararme para la actuación con el actor principal Christian Bale. Había sido elegido para un papel (The old shepherd), en el que como hombre de montañas y desiertos, señalaba a Moisés el camino hacia la libertad.

martes, 18 de noviembre de 2014

(Capítulo VII) Mi mula y yo. Mi experiencia en Exodus.

   
   Hallándome sentado sobre una piedra en el medio de la inmensidad de los parajes escenográficos de la isla de Fuerteventura. Y, en las altas montañas que circundan la majestuosa locación de la playa de Cofete, mejor conocidas como El Mirador de los Canarios; contemplaba desde mi improvisado asiento a pocos pasos de mi persona, al actor Aaron Paul (Jesse Pinkman en Breaking Bad) con su atuendo bíblico. Personaje que, probablemente cansado de las rutinarias esperas entre los rodajes, mataba el tiempo alimentando con ramas..., a un camello.

sábado, 25 de octubre de 2014

(Capítulo VI) La ensoñación. Mi experiencia en Exodus.

   
Hoy correspondo con estas letras a quien me lee; de la única forma que conozco de retribuir la gentileza: dando. Pero ¿Qué puedo ofrecer a ustedes que lo merecen todo? A quien se despierta con el corazón desbordado por un nuevo amanecer, o a quien se acuesta afligido por una gran pena. Ah, si pudiera darles un ramo de rosas rojas se las daría, pero no puedo, al menos no de las de verdad.  ¿Y si comparto con ustedes mis incógnitas en cuanto a la película y el paralelismo que me tocó vivir?  Ya sería un comienzo, una forma de entrega. Una compensación a su dedicada atención a quien escribe. Quizás pudiera aportar alguna clave para despejar algún panorama actual que les atañe.

domingo, 19 de octubre de 2014

(Capítulo V) El ángel exterminador. Mi experiencia en Exodus.

 
     Ah..., si pudiera liberarme del estado de cerrazón perenne que padezco. Si atinara, aunque sea por una vez, a colocarme en el verdadero lugar de los "otros". Si, lejos de cargar el peso de mis tribulaciones; al menos, por una vez en la vida, cargara la de los demás. Ah..., entonces tendría algo importante que contar. Pero... para hablar de mí mismo, poco o casi nada tengo que aportar. Atado estoy a este cuerpo y a esta mente hace tanto tiempo, que soy incapaz de atarme al cuerpo y a la mente de alguien más. Vivo en una repetición constante de lo que soy, que lejos de aminorarse, se intensifica. A medida que gano espacios en este mundo; aligero mi equipaje material, abultando el intangible; me alejo inexorablemente de la libertad. ¡Libre es aquel que no tiene pensamientos y comparte la vida ajena!  ¡Libre es aquel que no escribe y sabe vivir! Que no habla pero convence..., quien ha logrado escapar y saltado al mar ¡Libre es aquel que llaman loco! y aun así, deambula. Vicioso soy, de un mundo en el cual sólo yo habito.

domingo, 12 de octubre de 2014

(Capítulo IV) El marshal y la niña. Mi experiencia en Exodus.

 
 "Con el brazo estirado, señalando al horizonte, sobre las rocas,  inspirados en las escenas románticas del viejo testamento y vestidos  como hace 3000 años, los marshals nos convertimos en pastores de la gente"

   En menos de 24 horas de mi aparición en Exodus, las tres líneas de acción que desempeñaría  en la superproducción, estaban decididas, ora por funciones, ora por fortuna. En la primera, como ustedes saben, actuaría como extra, eso estaba claro. Era, digamos, la actividad esperada para la cual fui contratado. La segunda línea de acción menos premeditada; respondió a la observación “in situ” que, sobre un grupo de ocho personas, había realizado el departamento de casting: adjudicándonos el  peculiar mote de “Marshals”,  mote este, que nos confería autoridad organizativa, sobre los cientos de personas que comprendían la figuración. La tercera línea de acción es más difícil de explicar. Se debió a la confluencia de necesidades de la alta dirección de la película; que por razones por develar, recayó en mí. De las dos primeras, puedo hablar, con cierta libertad. De la tercera, no; o al menos, no aún; ya que este desempeño -además de tocar pasajes del argumento-  está revestido de un "halo" que, según mi parecer, pertenece más al mundo de los "enigmas"; que al mero requerimiento técnico de una producción cinematográfica.

sábado, 4 de octubre de 2014

( Capítulo III ) Los extras. Mi experiencia en Exodus.


 
      Narro estos hechos desde el microcosmos al que pertenezco, con la convicción de no estar incumpliendo con los acuerdos de confidencialidad  que como figuración, asumimos  en su oportunidad. En cada capítulo me adentro, cada vez más,  en  mi experiencia, desde el punto de vista humano; lejanamente descriptivo; para no traspasar las líneas argumentales de la película, que ni conozco. Salvo, una. Por respeto a ustedes, jamás revelaría lo que no debo, antes de tiempo; ni escondería lo que sí puedo comentar. Mi única intención es compartir estas vivencias, que quizás pudieran ser útiles para alguien que me lea, ojalá. Presumo además, salvando las galácticas distancias que me separan  del personaje,  que el señor director Ridley Scott sería mi primer protector, en el supuesto negado de las controversias.

sábado, 27 de septiembre de 2014

( Capítulo II) El búnker. Mi experiencia en Exodus.

     
     Lo primero que conocí de Exodus fue su cuartel general en el parador de Playa Blanca, mejor conocido como "El búnker", entre quienes trabajábamos en la película. Hermosa estructura que semeja una fortaleza y que se encuentra un tanto retirada de la ciudad de Puerto del Rosario, tocado, por uno de sus flancos, por la franja atlántica de mar. Una vez atravesados sus muros, empezaba la aventura de un hervidero de gente que, desde esas oficinas, tenían una única misión: sacar Exodus adelante, fuera lo que fuera y costara lo que costara.

martes, 23 de septiembre de 2014

¡ El escudo estaba allí !


       En los noventa  trabajé unas semanas en un consulado venezolano ¡no como cónsul ni mucho menos ¡ no vayan ustedes a creer, sino como pintor de brocha gorda. Mientras los funcionarios se dedicaban a lo suyo, quien escribe, caído en desgracia por andar  de inventor, en vez de redactar tratados internacionales: limpiaba, barría, lavaba, arrancaba alfombras vetustas y cables inservibles, restauraba puertas y ventanas y en definitiva; pintaba y acicalaba  las paredes  de nuestra misión en el exterior. Eso sí, con el corazón contento, agradecido por la oportuna “chamba” y la oportunidad de servirle al país.


Una viruta para el cambio social

Una viruta un descubrimiento, extracción de una diminuta partícula de madera a un listón. La acción repetitiva afina las destrezas, surge una habilidad desconocida que sensibiliza los dedos y suaviza el pensamiento, aparece de súbito un mundo menos hostil, una oportunidad, un paréntesis, un detente, un corte de formón que afina los recuerdos para reinventar la niñez.
 Recorremos con las manos y el entendimiento las mismas líneas que siguieron nuestros ancestros y nuestra mirada se extiende de lo artístico a lo social, dejando atrás la competencia y el ansia de poseer, regalamos lo que hacemos. Transmitimos y rescatamos el oficio perdido reivindicando a quienes honor merecen.

domingo, 21 de septiembre de 2014

( Capítulo I) El casting. Mi experiencia en Exodus.



   
Mi preparación para Exodus comenzó en mi muy temprana niñez allá en Caracas. En lo más profundo del mundo de los sueños, me entrené para volar. Aún antes de haber leído nada sobre el cordón de plata y los viajes astrales de los años sesenta, de pequeño empecé a soñar que aprendía a volar en  las calles de la vecindad. De día, mientras mis compañeritos se dedicaban a faenas tales como: halar con un mecate a un gran perro bulldog  o buscar tesoros escondidos debajo de las piedras; u otros más tremendos quemaban algún pajonal de las cercanías, quien escribe se pasaba las tardes, después de la escuela:  midiendo la calle, explorado los alrededores, pateando el cemento, calibrando los baches, sacudiendo los brazos, estudiando las casas y en definitiva  sopesando la manera de saltar por encima del gran muro que se erguía retador al final de la calle, y que escondía detrás, un árbol  de granadas, cuyas ramas superiores se veían desde la distancia.