domingo, 19 de octubre de 2014

(Capítulo V) El ángel exterminador. Mi experiencia en Exodus.

 
     Ah..., si pudiera liberarme del estado de cerrazón perenne que padezco. Si atinara, aunque sea por una vez, a colocarme en el verdadero lugar de los "otros". Si, lejos de cargar el peso de mis tribulaciones; al menos, por una vez en la vida, cargara la de los demás. Ah..., entonces tendría algo importante que contar. Pero... para hablar de mí mismo, poco o casi nada tengo que aportar. Atado estoy a este cuerpo y a esta mente hace tanto tiempo, que soy incapaz de atarme al cuerpo y a la mente de alguien más. Vivo en una repetición constante de lo que soy, que lejos de aminorarse, se intensifica. A medida que gano espacios en este mundo; aligero mi equipaje material, abultando el intangible; me alejo inexorablemente de la libertad. ¡Libre es aquel que no tiene pensamientos y comparte la vida ajena!  ¡Libre es aquel que no escribe y sabe vivir! Que no habla pero convence..., quien ha logrado escapar y saltado al mar ¡Libre es aquel que llaman loco! y aun así, deambula. Vicioso soy, de un mundo en el cual sólo yo habito.


     Y agrego: Exiliado de las estrellas, antítesis de "El principito", vago en esta especie de laberinto que llaman vida; ajeno al origen de mi nacimiento; ignorante de mi destino. ¿Libre? ¡No!, no soy libre. Libre quien ya no existe y vive en los demás. Libre el que muere en soledad, abandonado de todo dios ¡Libre aquella humilde mujer, que observando los pájaros "azulejos" del bosque, les llama pompas de jabón! Libre aquel sin nombre, ni pareja ni prole ni hogar ni  nación. ¡Libre el sol y los astros que lo circundan! ¡Libres las mariposas! ¡Libre las aves! ¡Libre los recuerdos que no ocupan espacio! ¡Libre hasta el polvo del camino! ¿Pero... libre yo?  ¡Jamás!

    Y voy más lejos: Encadenado a mis necesidades, encadeno mis neveras y cocinas, atándome más y más. Si no rompo la secuencia de tormentos e informaciones dantescas que a diario recibo, nunca sabré el tamaño de mis alas. Si me armo para resguardarme de mis enemigos, le quito potestad a quien le rezo, para que me custodie. "Si coloco alambres en mi huerta, no alejo a los rufianes; alejo a las criaturas del bosque que me protegen". No es que Dios nos haya abandonado; es que no lo necesitamos ¿Para qué? teniendo  armas y barrotes. Pero ¡cuidado!, si nos decidimos a quitar las rejas de nuestros hogares, facultamos a los enviados "celestiales" quienes serán inclementes con quien pretenda hacernos daño, si así fuere, roguemos pues, a diario,  para que nuestros guardianes no sean despiadados con quienes nos atacan:

   
"¡Oh Ángel mío, que preservas mi hogar, compadécete de mis enemigos; ahuyenta a los intrusos, pero no los ejecutes. Sé justo, pero no desproporcionado. Unas cuantas pertenencias, no valen más que la vida misma. Sé misericordioso en tu lealtad hacia mí, y muestra piedad, con los intrusos: son también, como nosotros, hijos de Dios "¡No los aniquiles! ¡No les arrebates la existencia!" Amansa tu furia, sólo espántalos. Deja que se lleven mis bártulos, asústalos. Tórnate, si quieres,  en el monstruo de  sus pesadillas; pero controla tus desmanes, cierra tus fauces. Permite que vean sus errores, dales otra oportunidad; por favor, no te cebes con sus carnes. No bebas su sangre cual vampiro, bebe por el contrario, el agua de la quebrada, que corre cristalina por los linderos de mi hogar, y aplaca tu sed de venganza. He alojado en mi casa a gente del mal vivir, "¡me han robado!" y lejos de apresarlos, los he perdonado, perdona tú también, aunque pierda mis enseres. Oh Ángel mío sombrío y tenebroso, magnífico, el más grande de todos ¿Qué he hecho para merecer tus desvelos? Guarda tu daga como yo he enfundado la mía. Sólo sopla, como se soplan las velas, eso bastará".

_¿Pasa algo?, preguntó repentinamente Antolín sacándome de mis pensamientos, en un recodo del camino, mientras hacíamos un alto en la filmación.

_ No amigo..., es este ambiente del desierto que me pone meditativo. Pensaba en el hogar lejano. Quizás es este tema bíblico que nos hace  reflexionar: la ausencia, la lejanía, la soledad o lo fastuoso de esta producción. El dramatismo de estos parajes..., estas ropas..., qué se yo, respondí. 

_Estamos aquí para algo ¿Crees tú que es casualidad?, acotó Antolín.

_No lo sé, pero..., tenemos tres mil años en esto de los éxodos y "exodus" tenemos para rato, ¡para cómo está el mundo!, lleno de desplazados y refugiados en las interminables guerras. ¡Ni el ángel exterminador! Seguimos siendo los mismos seres  incapaces de mirar más allá de nuestras paredes. Hemos perdido la piedad. No sé qué somos, sólo nos damos palos, respondí.

_ Pero tú me diste resguardo en tu casa, cuando nadie más lo hizo... y eso que éramos cientos. Cuando se preguntó a la figuración, si alguien podía alojarme, muchos quisieron levantar la mano, pero sólo tú lo hiciste. ¿Crees que es casual? ¿Es que acaso eso no es una esperanza?, replicó Antolín.

_Fue un acto reflejo, ni siquiera estaba pensando, contesté.

_Fue un acto de humanidad. Ahora tengo casa y comida..., ayer no tenía nada. No te das cuenta que Dios me puso en tu camino; para decirte que continúes lo que has emprendido. Que no es casualidad. Si no fuera así ¿Por qué crees tú que ocurre lo que pasa contigo en la producción? ¿Crees que es casual que te hayan elegido? Tú estás aquí para cumplir una misión, que nos involucra a todos; aunque no sepamos cuál, se nos revelará, agregó.

_Si hubiese una misión, como tú dices,  sería la de demostrar al mundo que la fuerza del espíritu es superior a la del dinero, las relaciones, los privilegios y hasta la formación. Que aún el más humilde y desconocido personaje, puede estar en el centro de la acción. Que la comunicación de corazón a corazón existe. Que el amor rompe las formalidades, por más extremas que parezcan. Está claro, sólo  en paz podemos transitar por este mundo, sin que nada nos pase. Tú eres un ejemplo de eso, que viajas solo por estos sitios y no te falta casa. No son las rejas que nos protegen; es el corazón.

    Antolín hombre sabio, de mediana estatura y ojos bondadosos; de sus sesenta y tres años, sesenta  vividos en Cuba. Fotógrafo de profesión, incursionaba en el mundo del cine, como lo hice yo, más por reto, que por convicción; siguiendo las pautas que nos dicta la intuición, cuando parecía que ya no quedaba nada. Hombre religioso que, sin embargo, no agobia con su prédica. Más bien, predica con su ejemplo respetando la manera de ser de los demás.

   En casa, donde compartíamos los espacios que mi hija nos había brindado, junto a otras personas relacionadas con la película; Antolín dormía en un pequeño colchón que le acomodé a los pies de mi cama; sin pertenencia alguna, entregado a su destino. Cuando comíamos bendecía sus alimentos y pedía permiso para bendecir los de los demás; cosa que, hasta el más pagano, agradecía. Y hasta la comida sabía mejor. Durante las noches y de regreso de las arduas tareas que el rodaje nos imponía, madrugábamos, disertando pasajes de su Biblia, que discretamente leía para no perturbarme, hasta que algún vecino de un apartamento continuo, nos mandaba a callar. Era, ante todo, un hombre prudente, hasta del pensamiento. Debatíamos sobre el bien y el mal.  Parecíamos dos teólogos trasnochados. Conversábamos sobre los diferentes pasajes bíblicos de la historia que estábamos rodando. Los buscábamos en las escrituras y los interpretábamos. El insistía que su presencia no era casual y que Dios lo había puesto a mi servicio, para acompañarme en esta especie de revelación espiritual, en lo que se me había convertido el filme. A partir de entonces y, durante todo el rodaje, tuve mi "gurú" que, como buen mentor, sabía el punto donde debía aconsejarme, y el punto en que debía retirarse. No sé si era un enviado de Dios, como él decía. Lo que sí sé, es que sin saberlo, lo escogí cuando levante mi mano y dije: "En mi casa te puedes quedar".

 
Ciertamente, los eventos que a diario acontecían, me hacían pensar que experimentaba un fenómeno inexplicable: era más una sensación de "entendimiento", que me daba gran seguridad para mis intervenciones, intervenciones estas, que eran acompañadas por las de los demás. Debo confesarles, que la capacidad de mimetizarme con los elementos y situaciones en el tiempo y en el espacio, aumentó a niveles desconocidos para mi. Hice del paisaje mi hábitat, y de quienes me acompañaban, mi pueblo. La capacidad del sobrevuelo sobre las escenas se desató. Aún cuando caminaba, las sandalias tenían alas que me transportaban a épocas remotas. Tenía la sensación de que había vivido lo que estaba ocurriendo. Reconocía el terreno mejor que los guionistas. Si decían: " por aquí" yo iba por allá. Si decían "hacia arriba" yo miraba hacia abajo. Me daba la impresión, que por orden del director -y perdonen la inmodestia- por circunstancias que no puedo detallar todavía,  algunas cámaras me seguían; escondiéndose detrás de los matorrales, o entre las piedras; o a fantásticas distancias, apuntando con sus lentes, colocadas sobre las torres jirafas. Algo pasaba, lo intuía.

    ¿Será que Ridley Scott me hacía seguimiento desde lo que pasó aquel día, cuando nos encontramos? ¿O serían fantasías mías? Sabía que, en cierta forma,  representaba  "al soldado desconocido", al hombre y la mujer sencilla; al ciudadano de a pie. Es decir que, ocurriera lo que ocurriera en ese filme: quedaría demostrado que si yo llegaba..., cualquiera podría llegar. El director buscaba gente cualquiera sin poses estudiadas de actuación. ¿Llegar a dónde? ¿Es que acaso un figurante llega a algún lugar? ¿Un extra? Un extra no es más que un obrero, un peón, un desconocido, un número en un tablón. Somos gente común sin nombre; ni siquiera salimos en los créditos. Se nos prohíbe hablar con los actores, "a menos que se dirijan a nosotros". Muchos extras son actores y actrices de profesión, que buscan una oportunidad. Otros..., no saben ni cómo llegaron allí. En los momentos de rodaje, las grandes estrellas "ni nos miran ni nos saludan", somos como objetos de decoración. Aún así, y salvando las grandes distancias entre estos profesionales y la figuración; necesariamente convivíamos en las mismas escenas y, aunque el contacto visual fuera nulo, nos necesitábamos, los unos a los otros. También tiene lógica estas regulaciones: se trata de establecer disciplina profesional en el trabajo; no estábamos ni para saludar ni para hacerle gracias a nadie. Estábamos allí para trabajar y sacar la película  adelante; todo lo demás no tenía importancia.

   En cuanto a la figuración, Ridley Scott permitía, en el set de rodaje,  que cada quien hiciera su interpretación, dentro del marco de referencia que el proponía, dejando la libertad de hacer. Por lo que cada quien protagonizaba su pequeña gran historia en la cinta, unos solos, otros en grupo. Nunca sabíamos lo que quedaba registrado. Las cámaras nunca dormían. Muchas veces me encontré grandes ejecutantes entre la figuración. Gente que lucía muy enferma, tirada en la arena largo a largo con un cuadro febril, contorsionándose: "¿Te ocurre algo?",  preguntaba arrodillado a su lado. La persona, en pleno delirio, apenas me oía en sus convulsiones, pero al verme la intención de llamar a los paramédicos, acercando su cara dolorida a mi oído, decía: "tranquilo, no ves que estoy gozando?

   ¡Grandes actrices y actores por todas partes!  Bailando, llorando, riendo, saltando... ¡La vida! "Qué de maestros" "Qué de maestras" y qué aprendizaje, qué hermosa experiencia y qué bella gente ¡El Cine y sus juglares!

    Estaba consciente de que la euforia que me sobrecogía y me impulsaba, también se debía al grado supremo de satisfacción que sentía; estaba desempeñando un trabajo que me gustaba y lo hacía bien. Era como si me hubiese preparado toda la vida, para estos retos. A pesar de no contar  con adiestramiento ni la mínima formación en las artes escénicas, me sentía en mi lugar; capaz de actuar en lo que fuera; por la sencilla razón de que me salía natural; como si lo hubiese vivido con anterioridad. Nunca y digo, nunca antes había tenido un trabajo que me gustara tanto. Dominaba mi rol sin esfuerzo alguno situándome a la par, de todo lo que me rodeaba. No me sentía disminuido con nada. Ni siquiera la grandiosidad de la producción me inmutaba. Y, en cuanto a la lejanía y soledad de mis querencias y mi terruño; me daba la impresión que, cuanto más cercano estuviese de África; más cerca estaría de quienes quiero, de mi país..., de mis recuerdos. Mi dolor mi iniciación. Por lo que caminar y caminar en el desierto se convirtió en una pasión y un descubrimiento. Mientras más me alejaba, en la inmensidad en que me hallaba, más cerca estaba de nuestra esencia común. Agradecido a la vida misma, por obsequiarme esta experiencia. Podría desempeñar este trabajo toda la vida y nunca cansarme. Pero, como realista soy: "en cuanto a la inexorabilidad del tiempo y la caducidad de las vivencias", me decidí a probarlas, como si fueran las últimas. O como dicen, me bebería el vino hasta la última gota.

   Aprendí pues, a amar las montañas que impactaban la vista; la grandeza de un mar sobrecogedor que metía miedo. Amé hasta las rocas del suelo, y la arena que entraba en mis sandalias. Adoré mis ropas de pastor y las madrugadas, cuando nos despertábamos, para ir al rodaje. ¡Ah magia la del cine!  Y al regreso, cómo disfrutaba el color ocre del agua, que rodaba por mi cuerpo -bajo la ducha-; combinación de tierra, maquillaje y sudor: desaparecía por el desagüe como  remolino que contaba historias. Qué orgullo contemplar las rodillas laceradas y curarlas antes de dormir.  Me alegraban hasta mis dolores, pues me hacían sentir vivo. Añoré un mundo  despojado de ideologías y prejuicios, de religiones y facciones, de los unos contra los otros: quise soñar con el espíritu creador de la humanidad; al menos  una vez más.

   Quise combatir el abatimiento natural de nuestra especie y creer "que un mundo mejor es posible" Sin diferencias, sin colores, sin fronteras, sin pasaportes. Abracé en mi corazón a todo aquel que estaba a mi lado, y a los que no veía, también. Qué maravilla de gente y qué espectáculo de producción. La facilidad del rol de "marshal" me permitía fluir a mis anchas por todas las locaciones donde actuábamos; corría en pos de la aventura: más bien volaba. Experimentaba la fuerza del renacimiento y la explotaba. Los ángeles querían divertirse conmigo y los dejaría. Querían actuación y estaba preparado para dar lo mejor. Viviría si vivir fuera la señal y moriría si  morir fuera la encomienda, pero ¡viviría y moriría bien!

   No se necesita en este mundo más recurso que, el de querer hacer. Nada, ni la mayor de las riquezas está por encima de las "fuerzas de la voluntad". Cuando se desatan -como tormentas- y conspiran a nuestro favor, nada puede detenernos ya. Es entonces, cuando la sincronía entre los hechos se presenta y, lo que pareciera una posibilidad inalcanzable se concreta. Somos sin que me quede un asomo de duda; y a pesar de la contradicción en el comienzo de este escrito, "dueños de nuestro destino" y tenemos el poder de cambiar las pautas tan sólo con nuestro silencio. Podemos modificar el curso de la historia si quisiéramos, y señalar a Moisés el camino correcto. Afinemos las destrezas para, como en aquellas máquinas del tiempo, revertir los acontecimientos pasados y hacer que se desarrollen en términos más favorables para la humanidad. Enmendemos los entuertos, apuntalemos lo descuidado: modifiquemos el rumbo incierto; reescribamos la historia: he ahí la grandeza del espíritu humano, cuando obra amparado en las estrellas.

 
Subiendo por una cuesta asfaltada, entre cientos de figurantes que a pie, nos trasladábamos a otro lugar de filmación, quiso el destino que, por varios minutos coincidiéramos en la misma fila: a mi lado izquierdo, silencioso y mirando hacia el frente Ben Kingsley primera figura de la famosa película "Gandhi". A mí derecha, también muy cerca de mí, concentrado y taciturno Christian Bale, protagonista de "El Imperio del Sol" cuando éste,  no era más que un niño.

   
    Y a su lado, caminaba distraído y jovial Paul Aaron "Jesse", actor principal de "Breaking bad"; serie que justo acababa de ver un par de meses atrás, y donde admiré su trabajo.


    ...caminando los cuatro al unísono comprendí que experimentaba una sincronía, que iba más allá de mi comprensión. Recordé entonces las palabras de Antolín: "nada es casual".

continuará...

Copyright: Pedro Alberto Galindo Chagín
RPI 00/2015/1462 Madrid


4 comentarios:

  1. Que arrecho Pedro.. pudiste hacer que e un instante, caminara por dias contigo, sintiera la arena hasta mis tuetanos, viajara a la filmacion y hasta en el tiempo.. esto no es casualidad.. Mis oraciones te acompañan hermano

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  2. Gracias amigo Henry tus palabras son un gran estímulo; a veces pensamos que andamos solos, y resulta que caminamos juntos, un abrazo.

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  3. Este capítulo me ha hecho filosofar un poco, pero quizás lo que me he preguntado es. Cuanto tiempo pasara Perdo al día sumido en sus pensamientos, terminara volviéndose etereo. Jajajajajaja Nos te preocupes Maestro es una de las cosas que me gustan de ti, ese punto filosófico. Que interesante el personaje de Antolin, esto se pone interesante muy interesante. Sin duda este capítulo merece ser reelegido un par de veces mas para exprimirlo al máximo.
    Gracias Yenny

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  4. Mi amiga Yenny, solidaria y amorosa como siempre. Espero que lleguemos a buen puerto, con estos cuentos. Mientras tanto, naveguemos por estas aguas; quién sabe y nos lleven a algún fantástico lugar. Tendremos que averiguarlo. Gracias.

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